Como ya comenté en el primer post que cierra esta temporada, el coche que da vida a la serie de Cobra Kai se estaba quedando sin gasolina. Había muchas esperanzas puestas en el Sekai Tekai, pero no deja de ser un torneo más dónde, además de otros dojos, la acción se va a centrar entre la la pelea de los integrantes de Cobra Kai y Miyagi-Do, además de sus senseis. Las tramas y los conflictos ya lo habíamos vivido en temporadas anteriores y el peligro era que se volviera repetitiva, aunque el contexto fuera diferente.
Sentía mucha curiosidad, ya que la serie, al menos durante este tramo, se va a desarrollar en la ciudad de Barcelona, donde resido, y tenía curiosidad de cómo iban a traer la cultura y qué localizaciones iban a utilizar. Más adelante comentaré los errores y gazapos que hay con respecto a lo usado en la serie de Barcelona, pero en cuanto a fotografía, sobretodo en el capítulo final, le doy un excelente. El resto de elementos, ya los conocemos, y si has llegado hasta aquí como un fan de Cobra Kai, estos 5 episodios de la segunda parte de harán disfrutar de momentos muy épicos.
El Sekai Tekai nos le venden como el torneo de Karate más prestigioso del mundo. Como es obvio, tanto Cobra Kai como Miyagi-Do van a participar, pero no van a ser los únicos contendientes. La serie se reiventa para traer un cóctel de nuevos y viejos enemigos y poner toda la carne en el asador. Los nuevos enemigos van a ser la gente de Iron Dragons. Gente que se ha dedicado a buscar los grandes talentos del mundo y viene al Sekai Tekai a por todas, tal y como demuestra desde el primer combate.
Esta temporada no ha acabado de mezclar de una manera sólida lo que son los combates y el desarrollo de los personajes. Tanto dentro del equipo de Miyagi-Do como con Cobra Kai y los otros dojos y senseis. Vemos que el Sekai Tekai debe ser un evento de renombre, ya que el lugar donde se alojan los equipos no es otro que el hotel Vela, uno de los más prestigiosos de la ciudad. Por un lado, disfruté mucho las secuencias de pelea y fue reconfortante ver nuevos talentos de otros dojos rivales. También me encantó ver a ciertos personajes reconciliarse y dar un paso adelante en el equipo de Miyago-Do cuando estaban pasando apuros.
Sin embargo, hubo varios momentos que me molestaron bastante y creo que sé por qué. Ni aún trayendo un halo de misterio en la figura del sensei Miyagi y si participación ancestral en el Sekai Tekai la serie consigue traer algo nuevo. Dentro de los personajes adultos de la serie, en especial LaRusso y Lawrence, se intenta que haya un cierto dramatismo. Uno viaja por los oscuros rincones de Barcelona (modo ironía ON) y el otro tiene que hacer un viaje relámpago a Los Ángeles. Ni aún sabiendo que se tienen que apoyar en las dificultades, como les hacen ver a sus alumnos, son capaces de dar el salto para madurar.
Y creo que es por eso, francamente, que Miyagi-Do no estaba tan sincronizado y por qué el torneo Sekai Taikai fue un desastre tan grande. Las continuas diferencias entre Lawrence y LaRusso no ayudan. Ofrecen consejos contradictorios a sus alumnos, lo que claramente afecta su desempeño en el tapete. Y a todo esto hay sumarle un Chozen completamente desatado, que va a traer momentos de vergüenza ajena. Para muestra de la falta de criterio adulto el resultado de los acontecimientos del capítulo final. Pero los jóvenes en este casi sí que parecen haber madurado, da igual la circunstancias, demuestran que en Miyagi-Do o luchan juntos o mueren solos. Y eso los hace unirse como equipo, cosa que es muy gratificante.
Miguel ofrece la mejor charla de ánimo y ayuda a Robby a salir de su depresión, luego Robby procede a animar a todo su equipo cuando están a punto de darse por vencidos. Entonces, en un giro interesante, parece que los niños se han vuelto más maduros que sus senseis. Y en cuanto a Tory, no la juzgaré demasiado duramente, dado que todavía está de luto por la muerte de su madre, queda un poco plana en su actuación. Sí que me ha gustado la forma del villano de Cobra Kai, es el mejor hasta la fecha. Es una pena que no podamos disfrutar de él en la tercera parte, pero Kwon Jae-Sung coge todos los valores que un auténtico villano merece tener (vacilón, arrogante, soberbio, irrespetuoso, entre otros). Pero aún así, hay un aura que le sigue que es muy interesante.
El resultado de estos cinco capítulos es un cóctel ya conocido, que puede despertar pasiones o sencillamente ser descartado por repetitivo, ya que lo nuevo no acaba de acertar. Soy de los que piensa siempre con el vaso medio lleno, me parece entretenido ver a un grupo de adultos inmaduros y carrozas pegarse entre ellos por rencillas de hace casi 40 años. Así que prefiero mantenerme optimista para la entrega final de capítulos, que dará cierre definitivo con la serie, para dejar paso al salto al universo cinematográfico con el Karate Kid: Legends.
Dejo para el final lo que ha supuesto la entrada y descripción de la ciudad de Barcelona, que podemos decir que está muy alienada con lo que es espíritu de la serie. Por un lado, tenemos lo bueno, condensado en el capítulo final, momento en el que Sam y Robby se dedican a entrenar en los lugares más conmemorativos de la ciudad, como es el mirador de Sant Jordi, el Hospital de Sant Pau o la Sagrada Familia. También se van de excursión a la ciudad medieval de Besalú, a unos 50 minutos de Barcelona. Para la vista es un gusto.
Aunque tenemos que reconocer que la serie acaba metiendo mucho la pata en los momentos en los que se pone dramática. Por poner un par de ejemplos, cuando LaRusso va a buscar a la persona que sabe sobre la bandana de Miyagi sensei, según la serie va a un lugar oscuro y peligroso, a la que la gente no se atreve a ir. Ese lugar no es otro que la Santa María del Mar, atestada por miles de turistas de forma diaria. Este era el plato fuerte, luego la serie cae en los típicos tópicos, como los de la paella, las copas en un restaurante (un ron doble le dejaría tumbado a Robby) o el momento catalán de las magdalenas. Algo que la serie espero que mejore para su última temporada, que tiene toda la pinta de desarrollarse parte también en la capital catalana.
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