Cuentos de Terramar es la decimosexta película de Ghibli. En 2006, bajo la dirección de Gorō Miyazaki, Ghibli lleva a cabo una adaptación de la obra de Ursula K. Le Guin para la gran pantalla. Esta película supone el debut del hijo de Hayao Miyazaki como director. Inicialmente era el mismo Hayao el que iba a llevar a cabo el proyecto, pero su trabajo en ‘El Castillo Ambulante’ y su posterior concepción de la obra de ‘Ponyo en el acantilado’ dejaron sin espacio al afamado director para poder llevar a cabo esta adaptación. El resultado no fue del todo del agrado de Le Guin, ya que Gorō introdujo nuevas ideas que no acabaron de gustar.
Lo primero es resaltar que el trabajo de adaptar esta obra a una sola película era arduo y complicado. La saga de Le Guin de ‘Cuentos de Terramar’ cuenta con 5 novelas y varios relatos cortos en la que Le Guin nos traslada a un mundo donde viviremos entre dragones, habrá intrigas palaciegas, los personajes deberán encontrarse a sí mismos y la magia estará presente. Honestamente, son los ingredientes ideales para este tipo de sagas. La obra de Ursula K. Le Guin bebe indirectamente de ‘El Señor de los Anillos’. Publicada unas pocas décadas después, son muchos los elementos que comparten y no es difícil encontrar algunas similitudes.
El dilema que tenía Ghibli era importante. Al final se decidió llevar a cabo una película en la que se iban a adaptar los volúmenes 3 y 4 de la saga, es decir, ‘La costa más lejana’ (1972) y ‘Tehanu’ (1990). Esto supone un problema para el espectador, ya que la presentación de los personajes no se acaba de realizar correctamente y hay algunos agujeros de guión que quedan sin responder. Es decir, ¿porqué Arren huye de su familia y asesina a su padre? ¿Cuál es ese problema de juventud que le atormenta y le persigue? ¿Cuál es el propósito de los niños encarcelados por Cob? ¿Porqué Theru se acaba convirtiendo en dragón? ¿Cuál es la relación que hay entre Gavilán y Cob? Algunas de estas preguntas se pueden ir entendiendo a medida que avanza el filme, pero otras directamente se quedan sin responder.
El problema que detecto en esta película es que no es una introducción y si es más una continuación. Me explico, dado que los volúmenes adaptados son el tercero y el cuarto, nos falta mucha información de los dos primeros volúmenes para poder entender las motivaciones y el contexto de muchos de sus personajes y sus acciones. Eso hace que la película no acabe de funcionar. Es como si se estuviera viendo una segunda parte de algo sin haber visto la primera. Por seguir con el ejemplo ‘El Señor de los Anillos’, es como ponerse a ver ‘Las Dos Torres’ cuando no has visto ‘La Comunidad del Anillo’. ¿Está bien? Sí. ¿Se entiende la película? No. Algo así pasa con esta adaptación de ‘Cuentos de Terramar’.
Ahora bien, dicho esto, tengo que decir que la película me ha gustado bastante. El archipiélago de Terramar es un mundo donde hay dragones, magos y espectros, talismanes y poderes. Un mundo donde gobierna la magia. Donde las palabras tienen un contenido especial: cada ser posee un nombre verdadero, designado durante la Creación, cuyo conocimiento otorga a los hechiceros el dominio sobre los elementos y los animales. Sus gentes, sencillas y tranquilas, tienen como único objetivo conseguir la paz y la sabiduría. Pero en este caso el Equilibrio del mundo está amenazado por causas desconocidas. Las cosechas mueren, las reses enferman y los dragones se matan entre sí. Arren se encuentra con Gavilán, un mago que estudia las causas de porqué están ocurriendo estas calamidades. El viaje les hace encontrarse con Theru y con Tenar, una mujer y una niña que viven juntas y que les darán cobijo.
Me hubiera gustado mucho que se explorara más la relación entre Gavilán y Tenar, ya que se conocían de antes. Pero si algo ha funcionado siempre en las películas de Ghibli (y aquí Gorō vuelve a emular a su padre) es en el dúo juvenil. La pareja que formarán Theru y Arren es entrañable y refleja una conexión auténtica de amistad. Este cuarteto de personajes es el responsable de por qué funciona tan bien esta película aún sin tener un guión bien elaborado. La manera en la que los dos se encuentran es la forma en que cada uno podrá salvarse. Sólo en el silencio la palabra, sólo en la oscuridad la luz, sólo en la muerte la vida: el vuelo del halcón brilla en el cielo vacío. Es el mensaje de Terramar, la vida y la muerte son una misma cosa. Sin muerte no hay vida. Darte cuenta de estos detalles y aplicarlos en la película son una delicia.
No todo es bonito en los ‘Cuentos de Terramar’. Como ya hemos visto, el resultado final deja un sabor agridulce que no gustó nada a Ursula K. Le Guin. Ya el cambio de director de Hayao a Gorō Miyazaki no fue del todo bien recibido. Los cambios que se introdujeron en la historia, la adaptación del mundo de Terramar, personajes o mensajes sacados de contexto no fueron del agrado de Le Guin. En una carta dirigida a los fans japoneses, la misma Le Guin le comenta a Gorō: “No es mi libro. Es tu película. Una buena película”. Pero que después de ver el resultado (sobretodo la animación y protagonsimo de los dagrones): “reconoció su Terramar”.
En lo que respecta a la animación ‘Cuentos de Terramar’ da un paso atrás en la calidad que nos había demostrado Ghibli. Las últimas grandes producciones, como ‘El Castillo Ambulante’ o el ‘Viaje de Chihiro’ la animación se veía muy nítida, había una gran paleta de colores y mucha atención al detalle pequeño. Con más recursos y mejores medios, la animación de esta película recuerda un poco más a la de ‘El Castillo en el Cielo’ que a las obras más recientes de Hayao Miyazaki. La banda sonora en este caso sí que me ha gustado bastante. Producida por Tamiya Terashima en su única obra para el estudio, contó con la colaboración de un célebre español, Carlos Nuñez, que toca unos temas de gaita preciosos. Película que sin ser de las mejores de Ghibli tiene cosas que la hacen especial. A mi me ha abierto el apetito de descubrir más cosas de Terramar y de la obra de Ursula K. Le Guin.
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