El ‘Abogado del Lincoln’ ha sido para mí el descubrimiento del verano. Después de un par de recomendaciones de personas que suelen acertar, pude entrar a descubrir la historia de Mickey Haller y de su resurgir como abogado estrella de la ciudad de Los Ángeles. Ya van dos temporadas de esta magnífica serie, que resulta imperdible. La capacidad que tiene de enganchar hará que los 10 capítulos de cada temporada (2 de momento, a la espera de una 3a) se pasen volando.
Aunque las tramas de cada temporada sean similares, hay algo que las hace muy diferentes. Ambas se van a centrar en un gran caso que Mickey tiene que defender, pero a la vez va a permitir brillar a nuestro abogado favorito en el barro de los pequeños casos cotidianos y que no dan titulares. Si a eso le sumas un elenco muy coral de personajes secundarios que tienen su peso importante en la trama, queda una serie muy interesante, no solamente por el guión, sino por su ejecución y desarrollo de personajes.
Dentro de todo este cóctel que se nos propone por Ted Humphrey, creador de la serie usando la base del libro de Michael Connelly (que también participará en la elaboración del guión), ‘El Abogado del Lincoln’ es una combinación de humor, romance, drama y derecho muy gratificante. El espectáculo prospera en ese desorden. ‘El Abogado Lincoln’ brilla cuando García-Rulfo puede oscilar entre una sonrisa juvenil y algunas tácticas legales éticamente cuestionables. En general, los momentos más hilarantes suceden en la relación de proximidad con sus dos ex esposas: Maggie McPherson (Neve Campbell) y Lorna Crane (Becki Newton).
El Mickey de García-Rulfo encanta dondequiera que vaya, pero su vulnerabilidad realmente le hace ganar puntos. Tiene una picardía especial para mantenerlo interesante. La Lorna de Newton también mezcla alegría y dureza, rezumando su encanto. McPherson de Campbell es la adulta de la sala, la que tiene que tomar decisiones difíciles y pagar las consecuencias por ellas. No cae mal, sólo que no entra a este juego de todo vale, tiene claro quién es Mickey, quién es ella y los límites que necesitan para que su amistad de paternidad compartida funcione.
Es esta constelación de Mickey y sus mujeres (aquí incluímos a Jazz Raycole como su conductora Izzy Letts y a su hija) la que hace que esta serie sea especial. Hay muchos adultos con diferentes historias, todos esforzándose por hacer lo correcto, encontrar el amor y la felicidad, y apoyarse y aceptarse mutuamente. Toman decisiones difíciles y errores desgarradores, y es a la vez conmovedora y muy adulta.
Desafortunadamente, ‘El abogado de Lincoln’ no se centra allí. Hay otros personajes, que, aunque importantes, no se acaban de mezclar con toda la elegancia del elenco principal. El gran ejemplo de esto es el personaje de ‘Cisco’ (Angus Sampson). Es el investigador de Mickey, y un ex miembro de una pandilla de motociclistas,y la persona que va a salvar a Mickey de más de un aprieto, ya que se mueve como pez en el agua en el barro, pero que tienes ganas de despegar y en las grandes ocasiones no está a la altura de sus compañeros.
Parte de su brillo está en cómo se filma. La ciudad de Los Ángeles es un personaje más, donde se puede ver una panorámica hasta ahora desconocida desde el balcón de Mickey. El público puede estar acostumbrado a esta versión de Los Ángeles con sus cielos azules, palmeras y rascacielos. Pero ‘El abogado de Lincoln’ acierta en algunas cosas sobre la ciudad frecuentemente retratada y en las que tantas otras producciones se equivocan: el hecho de que Los Ángeles es tan latino.
Estamos hablando de la ciudad con la segunda mayor concentración de personas con ascendencia mexicana del mundo (después de la capital de México). Un lugar que es al menos mitad , como Miami. Y aunque la mayor parte de Hollywood parece ignorar (o negar activamente) este hecho, ‘El abogado de Lincoln’ lo celebra. El acento que le imprime García-Rulfo y las conversaciones que tiene con su hija y sus ex-mujeres sacan una sonrisa tonta, pero demuestra que este aire latino está en la comida que comen los personajes, los nombres de las calles, los extras por todas partes.
Esos pequeños detalles no convierten a ‘El Abogado Lincoln’ en un programa destinado exclusivamente al público latino. No lo hacen político ni siquiera serio. Añaden textura y un toque de realismo, ubicando a nuestros personajes en su metrópolis multirracial y dejándolos libres para resolver asesinatos y ejecutar sus planes descabellados. Es una serie de la vieja escuela. Y su fórmula, inteligentemente actualizada y ejecutada, sigue funcionando.
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