Después del éxito que supuso Nausicaä del Valle del Viento en 1984, el Studio Ghibli se lanzó a producir su primera obra, que lanzaría dos años más tarde, en Agosto de 1986. Triplicando el presupuesto que se utilizó en Nausicaä, ‘El Castillo en el Cielo’ fue el primer bombazo del estudio. Se cumple la máxima de que si funciona algo no lo toques, en esta película ven a repetir todos los que ya estuvieron en Nausicaä: Hayao Miyazaki en la dirección y a cargo del guion, Isao Takahata en la producción y Joe Hisaishi en la banda sonora.
Si bien las películas de Ghibli tienen siempre algún mensaje oculto detrás, como en La Princesa Mononoke y su crítica a la devastación forestal por el bien industrial o el claro mensaje antibelicista de La Tumba de las Luciérnagas, ‘El Castillo en el Cielo’ encarna todo lo que se podría pedir del género de aventuras. Repitiendo un aire steampunk en el diseño de las naves, Mayazaki nos presenta la primera película oficial del entonces prometedor estudio Ghibli con ganas de romper con todos los moldes de la animación para la gran pantalla.
En este caso hay dos protagonistas y dos entidades que chocan por un objetivo común. En primer lugar está Sheeta, una joven de origen desconocido que se encuentra en una nave del gobierno, secuestrada por un motivo que no se conocerá hasta más adelante. Esta nave, o zepelín de acero, es atacado por una banda de piratas no con el objetivo de liberar a Sheeta, sino de hacerse con el objeto de valor que ella posee. Una piedra mágica que va a guiar el camino a la isla de Laputa. Una isla voladora con cantidad infinita de tesoros y que guarda millones de secretos.
El otro protagonista de esta película es Pazu, un chico que vive en el pueblo que va a recibir los restos de la batalla que se ha librado entre las naves de los piratas y la gran aeronave del gobierno. En ese momento conoce a Sheeta, que ha activado la piedra que lleva colgando en el cuello y plácidamente cae al suelo. Es donde vamos a conocer también la historia de la isla de Laputa, objetivo del padre de Pazu, y que veremos de refilón en un flashback y una foto del propio padre de Pazu.
En este momento ya no hay cuartel, bajo el abrigo de Pazu, Sheeta va a estar perseguida tanto por los agentes del gobierno como los piratas de Dola. A partir de aquí, donde todo confluye, Miyazaki nos regala una serie de escenas que son dignas de clásicos de aventura: persecuciones, descubrimientos, magia, amistad y compañerismo. Un viaje hacia un mundo desconocido. Unos robots con una gran capacidad de destrucción imposibles de controlar. También unos enemigos con grandes secretos. Me recuerda un poco a la película de Disney de Atlantis. Mención especial otra vez al gran acompañante de Hayao Miyazaki, Joe Hisaichi, que vuelve a regalar una banda sonora donde resalta cada uno de los momentos importantes de la película.
Pero donde de verdad triunfa ‘El Castillo en el Cielo’ es en sus dos protagonistas, Sheeta y Pazu. La conexión que surge entre ellos dos podría decirse que genera la mejor pareja protagonista casi de todas las películas de Ghibli. De un origen lo más dispar posible, el hecho de que ambos estén en la misma situación (huérfanos de padres) hace que conecten. Si a ello además se le suma el carácter siempre afable y cariñoso que caracteriza a los protagonistas de las películas de Miyazaki, es imposible no sentirse identificado con esta gran pareja. La conversación que tienen ellos dos en el momento en el que Pazu está haciendo la guardia (y tanto Dola como toda la banda con el oído atento) enamora.
En términos de animación se nota la diferencia de presupuesto. No solamente en la caracterización de las naves, que en Nausicaä podían ser un poco artificiales, aquí las naves también tienen su cuota protagonista, donde viviremos varias escenas para el recuerdo. La primera sirve de presentación del mundo steampunk que quiere presentar Miyazaki donde se juntan el futuro de las aeronaves y su lucha con los pequeños deslizadores piratas con la sencillez de un pueblo minero. El segundo momento grande es esa persecución por las nubes, como si se trataran de submarinos. Y todo ese movimiento de nubes hasta que dan por fin con el castillo flotante de Laputa. Otra de las escenas donde se nota la diferencia es en la persecución en el pueblo minero de Pazu, trepidante y agónica.
Es lógico que no se pensara en el público hispanohablante a la hora de elegir el nombre de la isla. En este sentido comentar que Hayao Miyazaki quiso hacer un homenaje al libro de Los viajes de Gulliver, del irlandés Jonathan Swift, donde una de las islas se llamaba así, Laputa. ‘El Castillo en el Cielo’ es una de las grandes obras del estudio, de obligatorio visionado y que casi 35 años después de su estreno, no ha dado muestras de envejecimiento. Una historia de héroes, de ambición, de aventuras, de magia, de codicia y de amistad.
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