‘El cuento de la Princesa Kaguya’ (2013) es la última película que haría Isao Takahata para el Ghibli. El director/guionista del estudio y gran amigo de Hayao Miyazaki moriría cinco años más tarde, en 2018, debido a un cáncer de pulmón. En muchas cosas sigue la estela de lo que se enseñó en su predecesora, ‘Mi Vecinos los Yamada’, pero en este caso crea una obra de arte basándose en una leyenda milenaria del folclore japonés.
Esta leyenda es ‘El Cuento del Cortador de Bambú’, que Takahata ha utilizado como referencia para poder desarrollar la historia de la princesa Kaguya. En esta leyenda, un anciano cortador de bambú encuentra un tallo que brilla y decide cortarlo. Ahí aparece Kaguya, dentro del tallo y en una forma diminuta. Una analogía parecida fue usada por Takahata con los Yamada en su película anterior. Como tanto el anciano como su esposa no han tenido hijos, deciden adoptar a Kaguya, cambiando su vida para siempre.
El nombre Kaguya (かぐや) en japonés significa ‘luz brillante’. Y esa luz llega a la familia de ancianos. Kaguta viene con una serie de dones que mejorarán ostensiblemente la vida de los ancianos y todo cuanto les rodea. Desde sentirse con más vitalidad a encontrar toda una serie de dones (o tesoros) cada vez que se volvía a cortar el bambú. Estos dones llevan a los ancianos a buscar una vida más acorde con la princesa, que a medida que crecía iba aumentando su belleza.
La leyenda de la princesa (y en la que se centra Takahata) es en la del cortejo de la princesa. Con esa gran belleza, plasmada en una animación a lápiz característica de Takahata, su fama crece y todos los nobles de la corte se disputan su mano. Para esquivarlos, Kaguya les pide cosas imposibles de conseguir (y es divertido comprobar la forma en la que se intenta y la historia va a evolucionar hasta que el propio emperador esté involucrado.
Hasta este momento, Takahata ha seguido de forma literal la historia del cortador de bambú. Pero le da un toque personal (igual a influencia de su gran amigo Miyazaki), ya que unos de los comunes denominadores de Ghibli es esa historias que permiten a dos adolescentes encontrarse y crecer, llegando a la madurez juntos. ¡Son tantos los ejemplos que se podrían dar! En este caso, Kaguya, mientras todavía vive en casa de sus padres en el bosque de bambú, va a conocer a Sutemaru.
Como en otros ejemplos de películas de Ghibli, la relación que se crea entre estos dos personajes es especial. Pero no es solamente la magia que rodea este encuentro lo que hace diferente a la película. Takahata aprovecha ‘El cuento de la Princesa Kaguya’ para salir de la leyenda en la que se basa y llevar a cabo una crítica de la sociedad feudal japonesa, desde la forma de tratar a las mujeres a la estructura de clases y de cómo la avaricia puede cambiar el estado de felicidad de una familia.
Además de la exploración del folclore japonés, esta película tiene elementos que la hacen muy especial. Tal y como se ha comentado, Takahata aprovecha lo aprendido con los Yamada para llevar a cabo una obra en la que la animación huye del CGI y se respira un dibujo artesanal que la hace diferente. La paleta de colores está muy lograda y los frames por segundo hacen que haya transiciones que son una obra de arte. La banda sonora está conducida por Joe Hisaichi (única película fuera de su colaboración con Miyazaki) y deja algunos temas que son una delicia.
En resumen, ‘El Cuento de la Princesa Kaguya’ sirve como cierre a la filmografía de Isao Takahata y lo hace a lo grande. Aunque peque un poco de larga (dura más de 2h) la aventura y descripción que se hace de una leyenda milenaria es una delicia para todos los sentidos. Evoca la mística y tranquilidad del Japón feudal, a la vez que explora el sintoísmo y la realidad de la estructura de clases del país nipón. Muy recomendable.
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