Es cierto que es apasionante ver cineastas que buscan contar con tanto interés episodios de la historia de España que hay que recordar. En ese sentido, Alberto Rodríguez saca la batuta de nuevo y nos sumerge en la historia de Luis Roldán, un episodio de los más negros en lo que a corrupción se refiere en la política de nuestro país. Para ello, en vez de ir de frente, no muestra a Francisco Paesa un hombre inteligente y lleno de contactos, que según la película fue quien movió todos los hilos en el caso Roldán.
Pero aunque apasionante es la idea, decepcionante es su ejecución. De nuevo, el director de «La isla mínima» hace gala de su incapacidad narrativa para dar lugar, por tercera vez, una película llena de escenas que conectan fatal y que hacen que espectador se aburra soberanamente en su butaca. Los personajes se presentan rápidamente, se da por supuesto en todo momento que los entendemos y que comprendemos las situaciones, no hay un solo personaje en esta película que conecte con el espectador de ninguna de las maneras y esto hace que sus dos horas de recorrido, parezcan 100. Cero de emoción y cero de transmisión, un completo fracaso en la definición de personajes, al escribir el guión.
La película resulta aburrida hasta el extremo a pesar de su reparto y su grandeza visual, no ayuda además, el hecho de que el sonido esté tan mal grabado. No puedo entender que un hombre con su experiencia cinematográfica y un Goya en su estantería, se permita hacer películas de una calidad sonora tan pobre.
La película no me ha gustado nada y lamento, que el único cineasta que tiene tantas ganas de hablar de nuestro país, tenga tan poco arte corriendo por sus venas.
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