La película es una historia real basada en la vida de Marcos Pantoja. Marcos sobrevivió durante doce años en los montes de Sierra Morena, viviendo entre animales. En especial, junto a una cariñosa, aunque feroz, manada de lobos.

El film, si somos solidarios, entretiene de manera bastante efímera, llegando incluso a aburrir en ciertos momentos. Hay veces que no sabes si estas viendo un documental o una película. A mi parecer, y eso que me encantan los documentales, hay demasiadas escenas de animales, y se dejan de lado los aspectos más humanos de la historia.

La película se desarrolla de manera lenta y, reivindico, a veces aburrida. La historia ofrecía muchas buenas posibilidades, pero como bien paso con otras películas (no deja de venirme a la cabeza la película de Gamer; y creo que Cotu estará de acuerdo conmigo en que será algo que jamás le perdonaremos a Mark Neveldine y Brian Taylor) la idea se queda en eso en una buena idea y la película la destroza por completo.

He de centrarme, como en anteriores ocasiones, en el guión: es tan superficial y poco atractivo que acaba por ser un diálogo de, como con gran acierto menciona Cotu en Skyline, gente con el encefalograma plano. En vez de un guión, se convierte en una parsimonia de palabras que convierten la película en un lastre que se arrastra durante todo el desarrollo de la misma haciendo que, en ocasiones, uno se aburra de manera sobrenatural. Y esta es la causa primordial por la que uno se acaba creyendo que está viendo un documental en el que los animales y la fauna silvestre son los elementos principales.

En cuanto al reparto cabe mencionar la actuación de Manuel Ángel Camacho, el único que en mi opinión lo hace bien y salva de alguna manera algo de la película; aunque Juan José Ballesta hace algún que otro esfuerzo por darle algo de aire al aburrimiento, todo queda en eso: en un simple esfuerzo. Porque su aparición al cabo de un buen rato de película, no logra cambiar ni un ápice de su tedioso y aburrido desarrollo.

Sin embargo, dejando lo bueno para el final, he de decir que la fotografía es brillante, y merece un reconocimiento. Pero mejor es aún si cabe, la banda sonora. Cuando a uno le entra ese sueño somnoliento la música cobra un mayor protagonismo dejando al espectador en una apacible duermevela.

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