Cuatro décadas y tantas secuelas/precuelas después, la franquicia de Indiana Jones sigue viva. La gran despedida del arqueólogo favorito que ha cautivado a casi 4 generaciones llega a su final. La rumorología dice que ha sido y será un fracaso en taquilla, que las primeras críticas no invitaban a verla. Lo cierto es que ya lleva recaudades en 1 semana más de 400 millones de dólares y la sala ayer estaba llena. Algo tiene de mangético Indiana Jones, que a nada que se haga mínimamente las cosas bien, cautiva. Y Harrison Ford todavía da guerra.
En esta nueva entrega, ‘El Dial del Destino’ tenemos una extraña combinación de nostalgia de vanguardia mejorada por computadora, con un Harrison Ford que está digitalmente rejuvenecido para recordar escenas de la era de la Segunda Guerra Mundial en Europa, donde ha funcionado siempre bien su personaje. Aquí conoceremos un nuevo amigo de Indiana, el profesor Basil Shaw (interpretado por Toby Jones). Este magistral prólogo mezcla con acierto una serie de escenas de acción antiguas pero nuevas que involucran a grandes trenes, autos pequeños y bicicletas ágiles, siempre con el objetivo de salvar alguna extraña reliquia del pasado. En este caso, parecía la lanza de Longinos, pero realmente es un objeto mucho más poderoso.
Con Spielberg ya no dirigiendo, la aventura queda en las seguras manos de James Mangold, que hace restallar el látigo y con la ayuda de sus coguionistas de Le Mans 66 (también conocido como Ferrari v Ford), Jez y John-Henry Butterworth, nos regalan una despedida del personaje acorde a lo que ha sido su trayectoria. Afortunadamente, el insufrible Mutt Williams de Shia LaBeouf, a quien Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (2008) habían intentado torpemente alinear como sucesor del Dr. Jones, se ha ido, su ausencia explica fácilmente por qué Indy se encuentra solo de nuevo, naturalmente.
La película nos sitúa a finales de la década de 1960, y el buen doctor se ha convertido en un cascarrabias con dolor de huesos, un primo cinematográfico de acción real del viejo de Up. Mientras Indy gruñe por su jubilación, EE. UU. coopta al ex nazi Jürgen Voller (un Mads Mikkelsen al que le sienta de maravilla el traje de las SS) para ayudar en los esfuerzos de alunizaje de la NASA. Pero Voller tiene la vista puesta en un premio más grande: lo que casi consigue en 1944, la anticitera, un artilugio de dos piezas (crucialmente, necesitas ambas piezas) que no solo puede predecir sino quizás controlar anomalías temporales… o algo parecido. Sería una especia de combinación del Arca de la Alianza y la Tardis de Doctor Who. Pero más pequeño. Y en dos bits.
Mientras tanto, allá por los años 60, la hija de Basil, Helena (una Phoebe Waller-Bridge encantadora) tiene sus propias ambiciones. Helena es la ahijada de Indy, lo que prepara el escenario para animadas disputas casi familiares (que recuerdan con las de Indy y su padre en la ‘Última Cruzada’). Mientras tanto, la carrera para encontrar el secreto les lleva a visitar sitios antiguos y comienza una carrera por todo el mundo, compitiendo para encontrar el antiguo artefacto con poderes misteriosos que cambiará el curso de bla, bla, bla … (para no caer en el spoiler). Para deleite nacional, Antonio Banderas se luce un poco en su pequeño papel.
Este último viaje se ha hecho con un cariño excepcional. La oportunidad de poder disfrutar de una visita guiada por los grandes monumentos de la antigüedad, con espectaculares vistas panorámicas y un ritmo que no decae, nos trae de vuelte el cine clásico de los ‘80 y los ‘90, por desgracia, tan olvidado. El legado de Indiana Jones es muy grande y largo, y durante la película se iban sucediendo los pequeños homenajes a películas pasadas. El ancla de todo ello es la banda sonora compuesta por John Williams, que recupera la esencia del personaje y nos permite volver a recordar como éramos la primera vez que vimos las aventuras de Indiana Jones, un personaje que nos acompañará por siempre. Gracias, Indy.
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