La segunda película de Gorō Miyazaki, hijo de Hayao Miyazaki, para el Studio Ghibli, sería ‘La Colina de las Amapolas’. Después de una experiencia un tanto negativa con ‘Cuentos de Terramar’, en mi opinión, con un hate un tanto excesivo, Gorō se lanza a la adaptación del manga de Tetsurō Sayama y Chizuru Takahashi ‘Desde el monte de amapolas’. La película se estrenaría en julio de 2011 y aunque no pueda ser considerada de las grandes de Ghibli (o mejor dicho, por las que no es tan reconocido) es una de aquellas películas que saben llegar perfectamente al kokoro.
¿Qué quiero decir con esto? ‘La Colina de las Amapolas’ es una historia en la que los Miyazaki, con Gorō en la dirección y Hayao participando en el guion, sale del ámbito de la fantasía que había caracterizado al estudio hasta la fecha y va a centrarse en contar una historia más humana. Se había alcanzado el éxito con ‘El Viaje de Chihiro’, ‘La Princesa Mononoke’ o ‘Mi Vecino Totoro’, pero no era suficiente. Con el estreno de la película el estudio entraría en una nueva fase donde se centraría en la exploración de historias de carácter muy humano, como fueron sus películas ‘El Recuerdo de Marnie’ o ‘El Viento se Levanta’.
El mismo Miyazaki en una entrevista confirma el nuevo que quiso darle al estudio: «Hemos reflexionado mucho sobre los temas de nuestras películas […] Queríamos hablar sobre las personas. Cuando se trata de una película de animación, diseñar personaje que son humanos, con facciones realistas es muy complicado, pero era hora de asumir el desafío. Esperemos que, después de esto, se abra una nueva era. A mi edad, es difícil prever el futuro lejano. De momento, estoy preparando una película con personajes realistas».
Y gracias a los kami que Hayao Miyazaki daría este paso, porque abrió la ventana a un tipo de película no muy espectacular, pero si entrañable y que permanece en el recuerdo. En esta ocasión, ‘La Colina de las Amapolas’ se centra en el personaje de Umi Matsuzaki, una niña de secundaria que en ausencia de su madre atiende a sus hermanos pequeños, a sus tías y a su abuela mientras lo compagina con sus estudios en el instituto. Todas ellas viven en una pensión llamada Coquelicot Manor, que se sitúa en lo alto de una colina, desde donde se gobierna el paso de los barcos hacia el puerto de Yokohama.
Cada día, en recuerdo de su padre fallecido en la guerra de Corea, Umi hiza las velas con el mensaje de UW en el idioma de banderas internacionales. Estas dos letras equivalen a «Te deseo un buen viaje», algunos de los barcos de la bahía responden. Umi, en el colegio, conoce a Shun Kazama, un chico que edita el semanal del colegio y Shirō Mizunuma, presidente del consejo estudiantil. Se ve atraída por los acontecimientos y el mundo nuevo que ofrecen más allá de su rutina diaria. Ambos estudiantes tienen su sede en un edificio casi en ruinas cercano al colegio y que va a ser demolido para darle un aire más moderno a la ciudad a consecuencia de los Juegos Olímpicos de Tokyo del año 1964.
La lucha por el Quarter Latin, así es como se llama al edificio, que alberga a la gran mayoría de clubes del instituto, permite aprender un poco cual era la cultura japonesa en cuanto a la participación estudiantil de las actividades extraescolares. Además de sus clubes de astronomía o filosofía, permite observar la implicación en las tradiciones (en este caso académicas), tan arraigadas en el país del sol naciente. Además esta lucha por el Quarter Latin nos permitirá explorar la relación que se establecerá entre Umi y Sun.
La historia de la amistad de Shun y Umi es una delicia. Es cierto que es un clásico de Ghibli, pero no deja de ser cierto que casi nadie (no me gusta el termino absoluto) ha conseguido hacer algo similar al diseño de Hayao Miyazaki de dos personajes que se encuentran en la adolescencia y la exploración que hace de sus sentimientos. En esta película, además, le da un nuevo giro, ya que un secreto entre Umi y Shun respecto del padre de Umi va a hacer enturbiar un poco la relación. Una foto parece ser el nexo de unión de los protagonistas, y el misterio que hay detrás nos llevará a cruzar un mar de aventuras.
Otra de las grandes cosas a destacar de ‘La Colina de las Amapolas’ es su banda sonora. Sin Joe Hisaichi, pero con un debutante como Satoshi Takebe tendremos unos temas que se mezclan perfectamente en el humor, tensión y drama que hay detrás de la película. La animación está cargada de detalles y lleva el sello característico de Ghibli. ‘La Colina de las Amapolas’ es como su banda sonora, es tan sencilla como dulce. Es una película que engaña, ya que parece que no enseña mucho, pero si rascas un poco, te darás cuenta de que el fondo que hay detrás de la película da es muy rico.
Se habla de las consecuencias de las guerras, tanto de la bomba atómica como de la guerra de Corea de los años ‘60. El antibelicismo siempre ha sido un sella característico de Ghibli. De la importancia que le da el pueblo japonés de no olvidar el pasado para afrontar de la mejor manera el futuro. Se habla del valor de la familia y los lazos de amistad que surgen a tempranas edades. Brilla donde Hayao Miyazaki es un maestro, al hacer protagonista una mujer fuerte, que ve su fortaleza flaquear cuando las murallas de su vida se derrumban al salir de la zona de confort. Una delicia para los sentidos. Imperdible.
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