Las expectativas después del cierre de la tercera temporada de Ozark eran muy altas. La llegada definitiva de los Bryde a México abría un mundo de posibilidades importantes. Expuestos ya al peligro definitivo de codearse con la élite del narcotráfico mejicano, Marty y Wendy han pasado a formar piezas importantes del tablero de juego planteado por los creadores de la serie, Bill Dubuque y Mark Williams. En un formato de dos partes divididas en 7 capítulos cada una, el cierre de esta serie tan aclamada deja una sensación agridulce.
La primera parte de la temporada explora esta llegada de los Bryde a la élite. Lo hace presentando una serie de personajes muy interesantes dentro del clan de los Navarro. Omar, jefe de la familia y del cártel, se presenta como un tío llano, simpático, pero despiadado si es necesario. Luego aparece otro factor que va a ser fundamental, que es Javier Elizondo. Sobrino de Omar, es su heredero más claro dentro del cártel. Estas figuras de poder van a ser fundamentales para entender el porqué de las acciones de los Bryde.
El objetivo de la familia siempre ha sido el mismo, sobrevivir. La manera estaba muy bien encarnada tanto por Marty como por Wendy. A lo largo de la serie siempre se ha visto clara esta diferencia, pero esta última temporada lo hace más evidente todavía. Marty (Jason Bateman) es un tío que va más a lo seguro, práctico, de perfil bajo, pero con habilidades a la hora de gestionar. Siempre tiene claro que se mueve en una realidad que va mutando con las diferentes alianzas que puede forjar: Omar, el FBI, Javi, Ruth, etc. Me encantó cuando se sintió orgulloso de los progresos de su hijo con Ruth.
En la otra cara de la moneda está Wendy (Laura Linney). La progresión de este personaje es bastante diferente que el de Marty. Es cierto que las situaciones a las que se enfrenta son más críticas: es madre de una familia que se descompone, ha sufrido el trágico encuentro con su hermano y tiene un padre que lo único que quiere es dolerle por sus heridas pasadas. Pero cuanto más crece su desgracia, más se alimenta su ambición. Su visión de establecer un legado, una marca Bryde para salir del abismo delincuente y codearse con los reyes y reinas del estado de Illinois forjará un carácter de hierro.
Tanto Marty como Wendy van a tener que pelear en muchos frentes. Obviamente sin despreciar el peligro que supone el cártel de los Navarro, el elemento que mantiene cohesionado la serie desde el principio es Ruth y, en menor medida, la familia de los Langmore. El destino de Wyatt y los Snell hará que Ruth ascienda en su protagonismo y ya no sea un peón a usar por Marty, sino una enemiga con los mismos intereses. Luego están sus hijos, Charlotte y Jonah, divididos entre amar a sus padres y mantenerse junto a ellos poniendo la familia sobre todo, o despreciarlos e intentar salvar el cuello cada uno por su cuenta. Me encanta la evolución del personaje de Jonah.
Por último, el que va a terminar de agitar todo el avispero es Mel Sattem (Adam Rothenberg), un investigador privado que primero con Helen y luego con Ben, intentará esclarecer las misteriosas desapariciones que se dan en los Ozarks. Si bien con Helen no lo consigue, la aparición del padre de Wendy, Nathan Davis (Richard Thomas), hará que la búsqueda de Ben pase a un primer plano, dejando escenas surrealistas y un tanto forzadas.
Es cierto que si la primera parte de la temporada plantea bien el tablero y define las piezas de una forma correcta, la segunda parte se puede hacerse algo larga. A medida que va avanza va dejando un reguero de personajes a los que se quiere hacer un homenaje final, como a Ben. Sabiendo que solamente quedaban estos capítulos para ver el final de la serie y la forma que se ha tenido de hacer evolucionar la historia, el final queda un tanto abrupto, decente e inconcluso. Del todo inmerecido.
Por desgracia, Ozark va a pasar a formar parte de este gran elenco de series cuyo crecimiento va acorde con su popularidad. Series con un planteamiento distinto de todo lo visto, cuyos protagonistas tejen una red de relaciones curiosas e interesantes y unos sucesos que no te dejan respirar. Cerrar este tipo de historias nunca ha sido fácil, hay muchos ejemplos como Lost o Juego de Tronos, que podrían ser los casos más claros. Un final apresurado para una delicia de serie. Como decía el maestro: ‘lo importante no es el final, es el viaje’. Y OZark es un viaje alucinante.
Puntúa el post