En 1994 se produciría la vuelta de una película de Ghibli en formato de cine. Tras ‘La Tumba de las Luciérnagas’ y ‘Recuerdos del Ayer’, Isa Takahata vuelve para traer ‘Pompoko’ o La Guerra de los Mapaches , novena película del estudio. Si Ghibli se ha caracterizado siempre por no solamente hacer excelentes películas de animación sino llevar a cabo alguna crítica social. Pompoko va a marcar la diferencia entre la eterna lucha de la tradición contra la urbanización, la lucha por no abandonar las raíces de lo que ha hecho el pueblo japonés el Japón de hoy en día.
Usando como alegoría la burbuja financiera que estalló a principios de la década de los 90, Isao Takahata utiliza con cierta habilidad las tradiciones del folklore japonés para poder crear una historia que mostrará muchas caras de la misma realidad. En este caso, la leyenda utilizada es la de los tanukis, unos mapaches típicos de Japón que tienen la habilidad de cambiar de forma. Estos seres van a tener la capacidad de convertirse en otros animales, objetos, seres espirituales e incluso adoptar la forma humana.
En ‘Pompoko’, Un grupo de tanuki se ve amenazado por un gigantesco proyecto de desarrollo suburbano llamado New Tama, en Tama Hills, en las afueras de Tokio. El desarrollo está engullendo el bosque en el que acostumbraban a vivir y está dividiendo su tierra. La historia se desarrolla a principios de la década de 1990 en Japón, durante los primeros años de la era Heisei, donde la burbuja todavía no había estallado y había un boom en el mercado inmobiliario, con infinitas construcciones en los alrededores de Tokio. Con un espacio vital limitado y la disminución de la comida cada año, los tanuki comienzan a luchar entre ellos por los recursos cada vez más escasos, pero a instancias de la matriarca Oroku, deciden unirse para detener el desarrollo.
A instancias de Oroku, los líderes de los diferentes clanes, antes enfrentados entre sí, van a desarrollar estrategias conjuntas para poder detener la construcción de la nueva ciudad en Tama Hills. Es interesante ver, y sirve de crítica y aprendizaje también, las diferentes visiones que tiene cada uno para afrontar el conflicto. Es una manera de enseñar los errores a través de los que se fragua la historia y permite aprender de una manera más gráfica el mínimo común denominador japonés en cuanto a liderazgo en épocas de guerra y escasez.
Efectivamente, me refiero a Gonta. Líder de una facción guerrera, la única solución que ve al conflicto es la exterminación de los humanos. Si bien al principio le da cierto poder y se ve una posible solución, su fuerza se diluye con el paso de los minutos. Utiliza por todos los medios llegar al poder, incluso el del golpe de estado. Por otro lado tenemos a Shokichi, que es el que está representado como el carácter afable y cariñoso. Siempre dispuesta a hacer el bien y pensar en los demás, no solamente entre los mapaches, sino a encontrar una solución de convivencia con los humanos.
Obviamente esta historia está cargada de tristeza ya que la forma de representarnos a los humanos es muy del estilo de Ghibli, o como hará Miyazaki en ‘La Princesa Mononoke’ con el personaje de Lady Eboshi. Se mezcla la avaricia pero también el espíritu de supervivencia y las necesidades básicas. Deja estampas dolientes, como las escenas de atropellos. El problema, y aquí radica la excelente crítica de Ghibli, es que cuando se busca resolver este problema a veces no tenemos en cuenta el medio rural ni sus habitantes. Es por ello que los últimos minutos de la película son mágicos, la solución aportada por Shokichi permite revivir ese Japón de antaño y rememorar el feliz pasado.
‘Pompoko’ es una película con un propósito excelente, pero que igual peca en exceso de larga. Estas casi dos horas me parecen demasiado para la historia que se pretende contar. Más que una película en sí, parece una concatenación de historias. Que el protagonista no este definido tampoco ayuda, ya que es la misma historia con múltiples personajes que no se acaban de imponer y el ritmo a medida que avanza se vuelve algo lento e inconexo con las diferentes abiertas por Takahata.
La factura de Ghibli es excepcional. En este caso Takahata representa a los tanuki tanto en su forma original y en su forma mágica, aportando ese granito de arena hacia la mitología que acompaña estos personajes. Por otra parte, la banda sonora compuesta por Toshio Suzuki no cuenta con ningún tema potente y hace una vez acaba la película, no recuerdes el hilo. Aún con sus defectos, ‘Pompoko’ merece ser vista con esos ojos adolescentes, entre lo infantil y lo maduro, ya que harán disfrutar seguro. Deja momentos hilarantes.
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