El chaleco y los pantalones eran nuevos, pero la chaqueta era la misma que su padre le había comprado cuando él había cumplido veintiún años; se había negado a sustituirla por una prenda nueva, a pesar de que ahora bien podía permitírselo. Quizás en su negativa había un sutil orgullo, ya que en catorce años no había engordado ni
adelgazado. Por supuesto, la prenda estaba pasada de moda; pero Ross pensaba que quienes habrían podido
observar ese hecho no merecían que él los considerase ni tuviese en cuenta.
Winston Graham, «Los 4 cisnes»