El buen sabor de boca que me dejó la serie de ‘El Príncipe’ me hizo apuntarme en la lista una serie parecida que compartía a dos de sus principales protagonistas, José Coronado y Álex González. Esta serie, ‘Vivir sin permiso’ (Aitor Gabilondo), estrenada en 2018, trata de otro tema que en el momento de su estreno era de los temas más candentes que había, ya se trata de una serie como ‘Narcos’, aunque más del estilo de ‘Fariña’, ya que el 100% de los eventos que ocurren se sitúan en la provincia del pulpo a feiras.
Se trata de una serie de dos temporadas en las que vamos a descubrir la figura de Nemo Bandeira (interpretado por José Coronado). Nemo es un personaje de la alta sociedad de Oeste (una región ficticia de Galicia) al que se le descubre alzheimer. Esto no tendría mayor importancia si su familia se dedicara a temas legales, pero la fortuna de Nemo viene de un origen más oscuro. Desde pequeño se ha dedicado al tráfico y distribución de todo tipo de cargamentos (tabaco, droga, armas, …). Con lo que Nemo siempre ha estado bajo la lupa de la ley.
La serie de compone de 2 temporadas bastante distintas. La primera temporada entra en el sinsentido que ha tenido habitualmente la producción española. Aunque la historia se presenta bien, el desarrollo de los personajes está basando única y exclusivamente en base a las relaciones subidas de tono que aparecen entra casi todos ellos. Besos sin sentido, escenas algo explícitas y una oda a la homosexualidad en la relación entre Carlos y Alejandro (al que para darle más bola lo acaban por hacer candidato de En Común Oeste para las elecciones). Hay que reconocerlo, este primera temporada tiene todo lo malo que podía tener la serie.
Le salva probablemente el final de la primera temporada, ya que sirve de introducción para una segunda temporada que sí que da la talla. Cuando llega la horda mejicana, el nivel en general se eleva y todo comienza a cobrar algo más de sentido. La llegada de los Arteaga va a hacer que Nemo encuentre a su némesis y que a la lucha contra el alzheimer se le sume además la refriega por el control de Oeste. La segunda temporada trae algo de aire fresco, algo interrumpido por la fatídicas cuotas, por ejemplo la relación entra la juez y la policía.
El guion de Aitor Gabilondo y Manuel Rivas me ha parecido acorde con lo visto en la dos temporadas, donde Nemo y Ferro son la razón principal de seguir enganchado a la serie y ver cómo acaba. Pero hay algunas situaciones, en su mayoría impulsadas por personajes secundarios mal interpretados y escritos, que podrían hacerte perder el interés en la serie. Si puedes ignorarlos, serás recompensado con una apasionante historia de lealtad, fragilidad, algo de acción y emoción decente. El personaje que baila entre el protagonismo y ser secundario es Lara. Tengo sentimientos encontrados, no estoy seguro de cómo explicarlo, cada vez que salía, la serie chirría.
Pero Lara no es la única responsable que esta serie no alce el vuelo que se pretendía. Hay personajes que aportan poco, y otros, que casi ni aportan. Aunque divertido su final, Freddy es ridículo y bastante nefasto, así como el personaje de Chon, esposa de Nemo. De la parte mejicana mejor ni hablo, pero me gusta como cierran al personaje de Daniel. Mario Mendoza puede que sea el único de estos secundarios que se salve, probablemente por que haya tenido una redención personal.
Aunque tiene algunos sinsentidos el cierre de alguna de las tramas (me ha hecho mucha gracia la de Freddy) o que deja alguno de los villanos sueltos (como el policía corrupto), ‘Vivir sin permiso’ ha sido un quiero y no puedo, en comparación con su hermana mayor de Telecinco ‘El Príncipe’. Se salva principalmente por la interpretación de Nemo y su fiel escudero Ferro (soy muy fan del personaje interpretado por Luis Zahera), los únicos en aportar algo de cordura y humor en un mar de incoherencia.
Donde hay que quitarse el sombrero en esta serie, además de los personajes de Nemo y Ferro, es la factura técnica. ‘Vivir sin Permiso’ se convierte en una oda a Galicia. La fotografía, donde brillan las playas, las rías y el mar. Un auténtico canto a una tierra que brilla por su color verde. El pulpo y la Estrella Galicia (bien orientada, para que se lea bien la etiqueta siempre) se vuelven reclamos para aquellos que hemos tenido a bien soportar esta serie, que aunque tiene destellos interesantes en su acto final, cuesta digerir al principio.
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